Este es uno de los lugares más espectaculares que he visto en mi vida. No es broma. Y merece un post entero.
GIF por María Artigas.
Nadie sabía nada de Mil Islas. En la primer página de Google salía un link de Televisa que ni siquiera funcionaba. Ningún conocido me pudo pasar tips, ni siquiera las picudas de Walking México.
La power couple Mondra y Dedeu organizó casi todo. Les tengo que aplaudir por tan buena organización y sobre todo por juntar a un grupo de personas tan increíbles para el viaje. Contactaron a un señor local que supuestamente se encargaba del turismo local en Cerro Quemado, Oaxaca, y por medio de SMS’s planearon la aventura. “Ya empiezan a llegar los pelícanos del Canadá”, escribió en un mensaje.
Aquí una foto borrosa de ese señor local llamado Agustín y Dedeu en el fondo:
Llegamos a Puebla y dormimos ahí para empezar la manejada temprano al día siguiente.
Mil Islas está más lejos de la Ciudad de México que yo de graduarme de la universidad. Para ponerlo en perspectiva, ve este Google Map. Ve el pin. Ahora ve “Mexico City”. Está re lejos, entre el sur de Veracruz y el norte de Oaxaca.
Más cerquita:
Y ahora con vista real-satelital. Wow.
Después de unas 8 o 9 horas, varias carreteras, otras carreteritas típicas mexicanas (de esas que tiene topes cada 15 metros), y algunas paradas técnicas, llegamos a nuestro destino, donde nos encontramos con Agustín.
Antes de seguir, algo importante: en Mil Islas no hay nada de infraestructura para viajar. Esto significa que hay CERO hoteles/hostales/lugares donde quedarse, no hay nada de tours ni restaurantitos. Creo que fue una de las cosas que más me gustó porque no es para nada el típico destino turístico y podría serlo perfectamente.
Una anécdota chistosa del primer día: llegamos a un pueblo, de camino, y le preguntamos a una señora que si nos podía servir de comer a 15 personas, a lo que respondió “claro, yo les puedo hacer tacos”. Después el diálogo evolucionó a esto:
–Oiga, ¿y si nos hace unas quesadillas también? Traemos mucha hambre.
–No, yo no hago quesadillas.
–No se preocupe, ahorita compramos queso y tortillas y usted solo nos las prepara.
–No. Ya le dije que no hago quesadillas.
–Señora, nosotros compramos el material y usted nos COBRA cada quesadilla. No tiene que gastar.
–Ya le dije que no hago quesadillas.
No hubo quesadillas pero no importó. Seguimos manejando por unos minutos y llegamos al punto más cercano donde dejamos los coches. Cargamos la comida, las tiendas y nuestras maletas en un par de lanchitas, kayaks y “chalupas” para buscar donde dormir.
Acampamos en una islita. Tuvimos que kayakear bastante pero la que escogimos tenía suficiente terreno para que cupieran nuestras tiendas de campaña. Las islas se ven muy amables y fáciles de accesar desde lejos, pero en cuanto te acercas te encuentras con mucha maleza y se complica un poco la cosa. Cenamos un fondue improvisado en la fogata y hotdogs.
La actividad principal en Mil Islas fue salir en kayak y conocer los alrededores por la zona. Es tan grande que en los dos días que estuvimos solo conocimos un cacho.
Remamos por tres horas en la mañana y llegamos a un pueblo a desayunar. Justo nos tocó ver una ceremonia de la escuela local. Había una cancha de basket y Esteban y César armaron una cáscara. La tercer foto retrata al equipo campeón.
Luego hicimos una caminata hacia una cueva a través de la selva. No tomé fotos pero está en el video que hice. Vimos plantas de cacao, palmeras, árboles y llegamos a la cueva, repleta de murciélagos. De regreso en el pueblo pasamos a comprar provisiones y el dueño de la tienda nos dio a probar su licor de nanche, el cual llevaba fermentando por tres años. Se volvió íntimo de Esteban.
Pedaleamos más y exploramos más, hasta que se nos acabó el tiempo y tuvimos que volver a la Ciudad.
Le tengo un cariño especial a este viaje. El lugar es visualmente increíble. Es de esos lugares que no te la crees que estás ahí hasta que se vuelve un recuerdo.
El hecho de estar tan lejos de la “civilización”, entre la naturaleza y con tan buena compañía, lo hizo uno de los viajes que más he disfrutado, sin duda alguna.
Si no has visto el video, te lo pongo aquí abajo.
Gracias por leerme y por llegar hasta acá abajo. Sí, tú, atrás de tu pantalla. Gracias a ti.
Te mando un abrazo,
Fon.