Pasé una noche en el Centro Penitenciario Santa Martha Acatitla en Iztapalapa como parte de un campamento para los niños menores de 6 años que nacen dentro de la cárcel. Esto fue en el día del niño del 2017 y no le había dado el tiempo que merecía a esta historia, pero aquí va:
Me invitó Isa Martínez, quien te presenté en Tu Dosis: mayo y vino su hermana Constanza. Llegamos el sábado temprano al centro penitenciario. (Esta foto fue saliendo al día siguiente.)
A las mujeres que llegan a la cárcel embarazadas o se embarazan dentro se les da la opción de tener a su(s) hij@(s) con ellas desde que nacen hasta el último domingo antes de que cumplan 6 años, ya que desde ese día deben salir e irse con familiares o con instituciones que apunte el gobierno. Los niños viven con ellas como si fueran presos también. Nunca han visto algo más que el penitenciario. Se me rompe el corazón hoy que entiendo que esto es una realidad en mi país. Mi hermanita tiene 6 años.
La idea era que estos dos días estuvieran llenos de actividades para los niños y sus madres. Armamos tiendas de campaña, una alberca inflable y hasta una tirolesa desde el primer piso del edificio principal hasta el patio. Lo que se pretende es prender ese foquito de las actividades al aire libre y el outdoor y compartirle algo positivo a los niños.
Como no estaba permitido meter cámaras ni celulares, agarré un pedazo de cartón y un plumón para dibujar rápido la vista que tenía hacia el edificio. Cuando llegué a mi casa lo pasé en limpio y se ve algo así:
Una historia rápida: ¿Ves todos esos hoyos en el primer y segundo piso? Varias veces veía una mano con una taza o un plato haciendo movimientos de muñeca rápidos. Pensé que eran mujeres secando platos con el aire pero no estaba seguro. Me dio tanta intriga que le pregunté a una señora y me contó que justo del otro lado –y a unos cuantos metros– estaba el penitenciario masculino, y que esa era su manera de comunicarse; con señas a lo lejos. Me dijo que estaba prohibido pero que cuando había urgencias, era la única opción.
Aquí un intento de croquis del terreno:
Estuvimos en el sector “G”, que según nos contaban las señoras era en donde tenían mejor disciplina y cooperación. Como parte de este buen comportamiento el gobierno les da ciertos beneficios como educación, cursos, oportunidad de hacer negocios dentro de la cafetería y demás. Hay un comedor con varios consentimientos como frappés, papas preparadas… me tomé una chamoyada de mango, me senté con Isa y una señora a platicar y después salí al patio. Muy surreal, ya sé.
Jugamos una cáscara en la tierra y tengo que admitir que había talento. Hicimos una actividad con una tela grande y resistente que agarrábamos todos en un círculo, un niño se subía y lo movíamos de lado a lado sin que se cayera. Estaban muertos de risa y miedo a la vez. Prendimos una fogata e hicimos hotdogs y smores. Cantamos alrededor del fuego y bailamos un buen rato después. Las mamás durmieron con sus hijos en una tienda de campaña. No tuvieron que meterse a dormir a las 8:00 en punto como normalmente hacen. Estuvieron felices. Puede que al final se hayan divertido más que los niños.
Estoy seguro que aunque sea por un segundo, a muchos se nos olvidó dónde estábamos. Mínimo así lo sentí yo.
Qué lindo.
Qué fuerte también. Que ese lugar tan complicado haya desaparecido de nuestras mentes momentáneamente tiene poder.
Durante los dos días escuché historias de todo tipo; una señora me contó que alguien más hizo un fraude pero como todo estaba a su nombre ella tuvo que pagar. Otra me aceptó haberse equivocado, y me contaron una muy fuerte en donde una señora adentro del penitenciario nunca le explicó a su hijo en dónde estaban, y a los 6 años salió al mundo. Se me puso la piel chinita solo de escribir eso.
Cada voluntario y cada señora dijo unas palabras cuando terminó el campamento. Ellas nos daban las gracias por haber ido y nosotros a ellas por habernos recibido y haberse abierto con nosotros. Yo solo pude decirles que las admiraba por aguantar, por tener tan buena cara en ese lugar y por cuidar a sus hijos ahí. Por no bajar la cabeza. Yo sé que perdería toda cordura estando ahí. “Mis respetos”, les dije.
Te tengo que aceptar que antes de esta experiencia yo pensaba: “pues se lo merecen”, “están presos por una razón”, etc. Y mi percepción cambió de manera radical. Son seres humanos, amables, gentiles, con buenas intenciones. Que cometen errores, eso sí, pero ¿quién no? Solo que sus errores tienen consecuencias peores y sus realidades, lamentablemente, son otras.
No paré de pensar en lo AFORTUNADO que soy. Porque no es más que suerte. Nada más. Pensé en la suerte que tengo en haber recibido educación. En la fortuna de haber crecido donde crecí y nunca tener que tomar una decisión que pusiera en peligro mi libertad como ciudadano ni como persona. Que nunca tuve esa necesidad. Si tienes la suerte que yo, te invito a apreciarla conmigo. Porque siendo honesto, pensé mucho en que un gran porcentaje de esas mujeres o no tuvo suficiente educación o simplemente se encontraba en una situación de tanta impotencia que no tuvo más que tomar ese camino. Te apuesto que muchas no sabían que lo que estaban haciendo tenía esas consecuencias y me consta que MUCHAS están dentro por un sistema de justicia que está quebrado. Esta es una realidad tanto de ellas como tuya y mía.
Agradezco que puedo despertarme y dormirme a la hora que quiera, que decido a quién ver y con quién hablar, que puedo caminar o moverme a donde me plazca, que tengo opciones y posibilidades de hacer muchas cosas con mi vida y mi libertad. Qué chistoso cómo todas estas cosas las tengo todos los días y no me doy ni 5 minutos diarios para agradecerlo. Es buen ejercicio. No sé. Está muy filosófico esto pero no puedo evitar pensar en todo eso y más.
En esas +24 horas, nunca me sentí en la cárcel y nunca me sentí inseguro. Llegué con prejuicios y salí con otra perspectiva completa de la vida. Conviví con puras personas lindas, amables y en verdad admirables. Sabía que al día siguiente saldría por la misma puerta de seguridad por la que había entrado, y que todo iba a estar bien, aunque para ellas no sería igual.
Todavía no sé por qué escribí esto, pero creo que era importante hacerlo, ya fuera para hacerte pensar en la suerte que tenemos o para que te animes a hacer algún voluntariado de este tipo, para que abras los ojos como a mí me pasó o simplemente para reflexionar que tú o yo pudimos haber nacido ahí dentro. Suena fuerte pero es real. Fue pura suerte.
Este post estuvo un poco más denso, como pudiste darte cuenta. Gracias por chutártelo.
Un abrazo grande,
Fon ❤️.