“¿No comen carne, no fuman, no toman café* y ahora no chupan? ¡No mamen!”
Nadie nos dijo eso pero lo pensamos y nos reimos, JAJA.
Alcachofa y Fon dejamos de tomar alcohol hace un año y varios meses.
No fue por una cuestión ética entorno a los animales, y aunque algunas cervezas tienen miel de abeja, varios licores tienen leche de otra madre/especie (vaca) y la mayoría de los vinos son filtrados usando huevo, caseína o partes de la vejiga de peces muertos, mucho de lo que nos gusta tomar es vegano. (Échale ojo a esta página barnivore.com para checar si lo que te gusta tomar es vegan o no)
Voy a hablar por mí de este párrafo en adelante.
Desde que probé el alcohol por primera vez supe que algo andaba mal. Obvio sentí eso porque tenía 13 o 14 años y nos estábamos robando una botella de Bacardí del papá de mi cuate, en su rancho, a la 1 de la mañana. Las siguientes veces seguí sintiendo ese gusanito cargado de adrenalina de lo prohibido y cuando cumplí 18 años ya había desaparecido, pero ese sentimiento se había convertido en muchos otros, y me seguía dando mala espina.
Nunca fui un tomador constante, fuerte ni aficionado como mucha gente con la que crecí, pero digamos que tuve suficientes experiencias –buenas y malas– como para decir basta. Hoy tengo 29 años y básicamente llevaba más de una década observando a mis alrededores y a mí mismo, por lo que hoy puedo elegir ya no hacerlo. Te cuento por qué.
La primera vez que me planteé dejar de tomar fue después de perder el control en una fiesta y echarle bronca a varias personas aunque yo no acostumbraba echar bronca. Le hablaron a mi mamá y me recogió sin decir una palabra. Tenía 18 años. La segunda fue +/- un año después, discutiendo con mi novia en ese entonces y actuando como si fuera otra persona completamente distinta, irreconocible para mí y para ella. Estas son conductas que nunca habría elegido tener conscientemente.
Ahora, en estos eventos jugaron muchos otros factores y el alcohol simplemente detonó partes de mí que estaban ahí y partes que no debían salir así. Mi intención no es culpar al alcohol por esto y entiendo que realmente era un niño (aunque tenía mayoría de edad legal) y no sabía lo que estaba haciendo. Creo que es ‘normal’ haber tenido uno que otro mal trago, literalmente, ya sea en la juventud o adultez, y esto me asusta un poco.
Varias veces dejé de tomar porque me daban unas crudas tremendas y ese era el discurso que decía cuando me preguntaban, aunque realmente quería decir que ya no me gustaba todo un lado de la moneda. Nunca entendí cómo a la gente le daba hambre de hamburguesas, grasas y postres enormes al día siguiente de una fiesta porque personalmente me la pasaba en posición fetal, sufriendo de migrañas, a veces vomitando y sin ganas de hacer nada por las siguientes 24 horas mínimo. Pero esas semanas sin tomar no servían de mucho; entre la presión social, los eventos y la presencia abrumadora del alcohol en todos lados, terminaba volviendo a lo que era considerado normal.
En una época trabajaba mucho entre semana y por ende valoraba aún más mis fines de semana. Pasar 24 de esas 48 horas recuperándome por haber salido y tomado la noche anterior era un intercambio en el cual ya no quería participar. La verdad es que mi grupo de amigos más cercanos no es TAN fiestero como otros que conozco, y muy seguido se arman planes de salir de la ciudad, ir a la naturaleza, etc., pero en esos mismos planes hay alcohol involucrado.
El tema social es fuertísimo. La presión por tomar existe aquí en México y en muchos otros países. Es una manera de comprobar nuestra “valentía”, “hombría” y parecería que cuando somos jóvenes, quien está dispuesto a tomar más es considerado “cool”. Insistimos en que todo mundo tome a nuestro alrededor y no tomamos un no como suficiente. Nos quejamos de la cruda al día siguiente mientras celebramos lo borrachos que estábamos el día anterior y resaltamos las tonterías cometidas en la noche. En muchos contextos, quien no toma es un “aburrido/de hueva” o hasta un “maricón”.
La cosa también es que el alcohol está presente en la mayoría de los eventos a los que acudimos.
Comida de amigos/familiar = chelas. Cena = mezcal. Boda = bar abierto. Fogata en la naturaleza = chelas. Hasta después de hacer deporte = chelas.
Muchas veces el plan solamente es “empedar” o “ponerse hasta la madre”. Me parece tristísimo ahora que volteo hacia atrás. Me acuerdo también de cuando iba a la escuela/universidad que la pregunta que más se hacía el lunes era: “¿y saliste el fin?” (De fiesta, pues, no de la ciudad) O que si te ibas de viaje a alguna otra ciudad, no te preguntaran qué habías hecho o qué habías aprendido de ese lugar sino si habías salido de fiesta ahí.
No creo que el alcohol en sí sea el “problema” aquí. Sé que se puede solamente tomar una copa y listo, pero creo que la onda está en todo lo que desencadena y lo que hay detrás, cuando lo piensas a fondo. La necesidad de escudarnos con el alcohol para hacer algo, la absoluta necesidad de tener algo en la mano en un evento social, las desveladas a lo güey, la dependencia, etc.
Una vez que me cuestioné todo esto me di cuenta que no me late mucho dejar que cualquier drink me cambie el ánimo/mood; una chela puede o darme tantito sueño o activarme, y prefiero no darle tanto control a algo que ya no me llama tanto.
Estas son algunas cosas que hoy me pregunto mucho cuando pienso en todo esto:
- En eventos importantes y que queremos recordar como bodas, fiestas, graduaciones, cumpleaños; ¿por qué tomamos hasta olvidarnos de lo que sucede si lo que queremos es acordarnos del momento?
- ¿Estamos escapando de algo al tomar?
- ¿Quiénes somos en el fondo si necesitamos ponernos una máscara disfrazada de alcohol cuando estamos con otra gente o conocemos gente nueva?
- ¿Puedo bailar y realmente soltar el cuerpo sin ayuda del alcohol?
- ¿Necesito de una sustancia que altere mi mente y cuerpo de esa manera para ser sincero, divertido o para decir la verdad?
- ¿Necesito tomar para ‘agarrar valentía’?
Y ya sé qué estás pensando: “pero UNA *inserte bebida alcoholica de preferencia* no te hace nada. No hay que irse a extremos.” Y sí, estoy de acuerdo contigo. En este año fui a Oaxaca un par de veces y brindé con un mezcal y una cerveza en la cena, por ejemplo. Ya sentía que se me trepaba al cuerpo jaja pero igual hubiera sido una gran cena sin eso. Lo que pasa ahora, más bien, es que tomar ya no me llama la atención. El intercambio ya no me parece justo. Ahora, si de repente se me antoja algo, lo haré con otra mentalidad presente.
Un día descargué un episodio del podcast de Rich Roll entrevistando al fundador de One Year No Beer, una ONG británica que busca ayudarle a la gente a dejar el alcohol y en vez re-tomar el control de su vida.
Lo que más rescato de esa conversación fue un concepto que se resume así:
“Siempre tenemos alcohol en el cuerpo. Empezamos a tomar tal vez un miércoles tranquilo, algo el jueves, luego más social el viernes, más pesado el sábado y el domingo tal vez una chela pa la cruda o ya nada. El lunes, en un estado deplorable volvemos al trabajo y a la vida, reposando el martes también, y justo cuando empezamos a recuperar, el ciclo vuelve a empezar en miércoles/jueves. Siempre tenemos alcohol en la sangre.”
Otra cosa que se me quedó es que en la mayoría de las personas creemos que no tenemos una dependencia al alcohol y que dejarlo solamente es opción para la gente realmente adicta. No nos hemos dado cuenta de lo realmente aferrados que estamos a algo que no nos hace mucho bien y que no necesitamos de verdad.
Algo que también pienso seguido es que socializar cuando estamos tomando alcohol es relativamente fácil, o mínimo más fácil que cuando no tenemos una cerveza en la mano. Es más sencillo soltar el cuerpo, decir cosas que nos darían pena o bailar en público con un par de mezcales encima.
No me gusta ver esta decisión como una prohibición, tampoco, porque en realidad sé que podría ahorita mismo ir por una cerveza o una ginebra pero ya no le veo tanto el chiste como antes entonces escojo no hacerlo. En ese sentido se parece un poco a usar animales para comida, ropa, etc., porque no es que no pueda hacerlo, sino que no quiero participar en ello.
Como observación, el alcohol es la única droga que sabemos que nos inclina/empuja hacia la agresividad. Ninguna otra es así. Encima es legal, barata y fácil de conseguir.
Ahora, aprendizajes resumidos:
- Se puede pasarla bien sin tomar nada.
- El primer evento social sin tomar absolutamente nada es el más difícil, porque lo fácil es tomar como los demás, pero una vez que aguantas, los siguientes son más fáciles.
- Pasar una boda entera sin tomar es más difícil de lo que creía pero es MUY factible con buena actitud.
- Soltar el cuerpo en un evento como fiesta o boda cuesta trabajo pero igual es asequible si te acuerdas que todas las personas a tu alrededor están pensando en sus propias inseguridades también.
- La kombucha es increíble.
- Aquí la receta infalible de un ‘mocktail’: muchos hielos, agua mineral, jugo natural de algún cítrico y un toque de jengibre, menta o hierbabuena.
- Cada que se me antojaba una chela me compraba una sin alcohol y listo. De hecho abundan en las tienditas de la esquina pero nunca las había visto porque nunca las había buscado.
- La gente se proyecta y me dice que lo que estoy haciendo es sumamente extremo y que ellas nunca podrían. Hacen énfasis en lo “extremo” que es para evitar pensar en eso y cómo aplica en sus propias vidas. Esto es inevitable a veces y no viene de un mal lugar.
- La gente siempre tendrá una opinión al respecto.
Más o menos algo así quería escribir. Terminé explayándome un poco y creo que todavía podría seguir porque es un tema bien profundo en donde se mezclan costumbres de hace mucho, cosas socialmente aceptadas, otras inconscientes y en general algo que creo que muchas personas llegamos a sentir pero casi siempre nos gana la norma.
Solo quería decirte que entiendo si pensar en dejarlo te da miedo. A mí me daba nervios por lo social, más que nada. Pero todo se va acomodando con el tiempo y no pasa absolutamente nada, o sea, es más grande en nuestra cabeza.
Un abrazo y salud por la vida,
Fon.
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* Lo del café es algo relativamente nuevo y un tema para después. Hace poco me di cuenta que la cafeína me da ansiedad más veces de las que no. Muchas veces me da taquicardia, temblorinas leves, me crea un vacío estomacal raro y me pone nervioso, entonces he optado por dejarla un ratín a ver qué onda. Hasta ahora muy bien.